| Por Mireia Parera Puigdomènech
La exigencia tiene dos caras. Por un lado, aprecio mi autoexigencia porque me ayuda en mi desarrollo personal y profesional. Es mi motor del cambio. En mi caso, me apoya a ser precisa, a ver de manera detallada qué se necesita, qué funciona, qué es útil y, también, qué se puede mejorar.
Estas cualidades son muy útiles para mi trabajo, porque me dedico a apoyar a las organizaciones, equipos, colectivos y personas en su camino de desarrollo profesional y, por extensión, también doy apoyo en el ámbito personal. Esta visión detallada, junto con mis habilidades comunicativas, me permiten apoyar estos procesos de desarrollo, y hacerlo de una manera que empodera, que suma.
Pero la exigencia también puede ser demasiada... De hecho, a veces lo es. Siguiendo con mi experiencia, a veces también traslado la exigencia al resto de las personas. Hago esto cuando pido demasiado. Puedo perder de vista el baremo desde el cual medir las cosas y pedir lo imposible o exigir fuera de lo que es posible. Y, además, voy demasiado directo a detectar lo que falta, sin apreciar lo que se ha hecho, cómo se ha hecho y los esfuerzos para llegar hasta donde estamos. Esto me cuesta, y me cuesta especialmente con mi equipo o conmigo misma, pero, en cambio, no me pasa cuando trabajo como facilitadora o consultora organizacional. Esto es porque en ese momento estoy en un rol de mayor conciencia y perspectiva, donde tengo más presente qué me pasa, qué siento y cómo pongo mis habilidades y conocimientos al servicio de la organización que acompaño. En cambio, en mis propias relaciones, a veces reacciono, y no me doy el tiempo, la distancia o el espacio que necesito, para que no sea una exigencia desmesurada la que se relaciona con las otras personas.
Así que, este es mi reto. Lo tengo identificado. He hecho mucho trabajo personal para que la autoexigencia no pase por encima de mí ni de las demás personas. Y aún así, a veces, y especialmente en aquellos momentos en los que estoy más agobiada, estresada o preocupada, esto vuelve a ocurrir. Pero ahora, es más puntual y mi capacidad de respuesta es más rápida.
Estas son las dos caras de la autoexigencia, pero en concreto, de mi autoexigencia. Es importante que cada uno pueda conocer más sobre su autoexigencia y ver cómo opera en él. Conocer qué te aporta y cuáles son los retos o las dificultades asociadas.
Promueve:
Finança: