El Periódico de Catalunya ha entrevistat la nostra sòcia Mireia Parera. La conversa ha girat al voltant de la vida en comunitats, el cohabitatge, l’accés a una llar digna i la facilitació de grups. Parlen de la nostra cooperativa i també del projecte d’intercooperació Perviure. Us compartim l’entrevista de Gemma Tramullas, amb fotografies de Danny Caminal. Podeu llegir l’original en aquest enllaç.
Vivir en comunidad ha dejado de ser un modelo de vida alternativa para convertirse en un fenómeno en auge por la dificultad del acceso a la vivienda y una creciente reacción contra el individualismo. Mireia Parera (Barcelona, 1977) es socia de la cooperativa de mujeres Fil a l’agulla y aplica su formación y su experiencia en asesorar a grupos que quieren iniciar un proyecto de covivienda.
–La mayoría de grupos que empiezan fracasan por conflictos entre las personas.
Para empezar un proyecto de vida en común se necesita ilusión, motivación y ganas, pero esto no es suficiente porque a veces desde ahí se crean falsas expectativas.
–Usted vivió cuatro años en comunidad.
El trabajo con grupos ha sido un motor de vida para mí y tras hacer una formación en facilitación de grupos me animé a vivir la experiencia. Llegué con mucha ilusión y energía pero me fui encontrando con conflictos que me confrontaban con muchas cosas.
–¿Por ejemplo?
Al compartir la intimidad, la tensión entre lo individual y lo colectivo es más fuerte. A mí me cuesta pensar en lo que yo necesito y tiendo a atender antes las necesidades de fuera que las mías. Acabé dedicando mucho más tiempo al trabajo colectivo que otras personas, más atentas a sus necesidades personales, y ese desequilibrio me quemó.
–Esto pasa en las mejores familias.
De hecho, la familia es una gran fuente de aprendizaje. La diferencia es que tiene (no siempre) unos vínculos firmes y estables que no están presentes en un proyecto de convivencia. Para favorecer estos vínculos y generar un sentimiento de comunidad hay que crear espacios donde relacionarte, conocerte y trabajar conjuntamente.
–De los errores se aprende.
En la comunidad donde yo vivía faltaba una visión común. Deberíamos haber clarificado la toma de decisiones, organizado mejor las tareas y hablado sobre las necesidades de cada uno. Para mí vivir en comunidad ha sido (y es) una escuela de vida porque lo que he vivido me ha servido para conocerme más y ver qué hay de útil en aquella actitud del otro que me molesta.
–También le sirve para asesorar a otros.
Esta perspectiva está en el origen de Perviure, un proyecto intercooperativo de Fil a l’agulla, Celobert y Coop de Mà. La idea es acompañar los procesos de decisión en los espacios de vida en común poniendo en el centro la atención a las personas, el cuidado de las relaciones y la gestión emocional y de conflictos.
–A la gente le preocupa más el dinero.
Si estás pensando en un proyecto de covivienda porque te saldrá más barato, igual no es tu proyecto. Hay que comprar el suelo y, aun en el caso de que sea en cesión de uso, hay que construir un edificio. Plantearse la vida en común quiere decir que te interesa colectivizar una parte de tu vida cotidiana y tendrás que hacer esfuerzos para ponerte de acuerdo con otras personas.
–¿Volvería a vivir en comunidad?
Ahora mismo mi vida en comunidad la tengo en Fil a l’agulla de forma muy intensa y ya me va bien que mi casa sea un espacio de descanso, ¡aunque la comparto con cinco personas! Sí que me interesa mucho la idea de la covivienda senior.
–Una manera distinta de envejecer juntos.
Plantearse
cómo queremos vivir nuestros últimos años, con quién queremos pasarlos y
qué es para nosotros el bienestar me parece crucial. En Perviure
asesoramos un proyecto de covivienda senior e intentamos hacer accesible
este modelo a gente que no tienen los recursos pero sí la motivación,
como personas LGTBI [lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e
intersexuales] que consideran que en una residencia no serían atendidos
como necesitan.